Soy egoísta. Soy una maldita egoísta. No puedo dejar que se marche, mi corazón no quiere dejarlo ir. Esta vez no es un simple “adiós”, es una eternidad sin él, sin su forma de ver la vida, su visión sobre los finales y la muerte, sin sus ansias de aprender, sus incansables esfuerzos por cambiar el mundo y sin su mirada, esa que me capturó y en la que sigo atrapada.
No puedo pedirle que se quede, no sería justo. No puedo soportar esto sin él, no estoy preparada. No puedo confesar cuanto le amo, no me atrevo. Egoísta, cobarde y llena de contradicciones, esa soy yo.
Siempre lo supe, siempre supe que amar a alguien es darle a otra persona la capacidad de poder destruirnos. Debí haberme hecho caso, pero ¿de verdad podemos evitarlo? ¿De verdad podemos huir de él? No, el amor nos hace sentirnos vivos y una vez que lo hemos encontrado, solo queremos caer por el precipicio y perdernos en su esencia.
No quiero olvidarle, significaría que estoy muerta, y no estoy preparada para aceptarlo.