Náufrago

Una vez estuve enamorado del mar, de su infinidad, su calma, su tempestad y su belleza. Silencio y libertad. Azul y negro, siempre dispuesto a acogerte entre sus fauces y a no dejarte escapar de él. Era un amante apasionado y caprichoso.

Me sumergí en aquella oscuridad y no volví a ver un amanecer. Todo lo sentido, todas las decepciones, mentiras y luchas quedaron en la superficie, donde la luz iluminaba todo. El mundo se fue oscureciendo mientras mi mente vagaba por lugares en los que nunca había estado y mi cuerpo dejaba de sentir como el agua lo mecía.

Dicen que no es una decisión fácil, pero para mí fue tan sencillo como despertar y darme cuenta de que no pertenecía a este mundo. Una fuerza extraña me invitó a dejar partir todo lo que fui y todo lo que podría haber sido. Aquello que me agarraba a la vida se desvaneció entre la niebla del tiempo.  Solo quería soñar eternamente.

Quedarme resultaba más difícil que irme, esa sí que era una decisión complicada y en algún momento todos tenemos que elegir. Que valientes son aquellos que deciden quedarse y que afortunados los que se van.

Me fui porque no entendía el mundo que habitaba y a medida que iban pasando los años mi sonrisa fue perdiendo luz y mi vida razones de ser. No dejaron que fuera feliz en mi tristeza y nadie parecía querer sumergirse en aguas turbias y frenéticas.

Me fui porque para mí ya no tenía sentido luchar, las razones para quedarse nunca fueron suficientes. Creían que estaba roto e intentaron arreglarme pero ¿cómo podían hacerlo si muchas piezas se perdieron por el camino?

Me fui, no porque no pudiera tener todo lo que quería sino que no tenía todo lo que necesitaba. Con gusto, dejé de nadar y me fui hundiendo.

Una vez estuve enamorado del mar y por eso decidí morir en él.

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