Comenzamos siendo nada. El hielo fue lo primero que conocimos pero la complicidad entre nosotros hizo que se derritiera poco a poco hasta que ardimos juntos. Yo me sentía viva, sabía que no volvería a conocer el frío si estaba a su lado. Todo era demasiado intenso, demasiado cálido. La pasión se tornó fuego y nos quemamos. Estábamos en completa sincronía el uno con el otro. Yo era suya y él era mío. Sabíamos que no era para siempre y decidimos vivir el momento. Para nosotros todo lo que importaba era el ahora.
Quizás todo fue una mera ilusión porque el fuego resulto ser efímero. Tal y como vino, se fue. De la forma más agridulce nos fuimos congelando poco a poco. Otra vez hielo. Otra vez nada.
Sin él, vuelvo a sentir la desesperanza y el vacío de antaño. Y es que no me dio ninguna explicación, congeló mi corazón y se marchó.